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FRÍO EN EL CUERPO

In Uncategorized on febrero 13, 2013 at 10:23 pm

UN DIA DE FRIO

 A colación, un artículo publicado hace once años releído y consensuado ahora, que sufrimos las consecuencias del frío físico y moral de una enseñanza politizada y blandengue , incapaz de domeñar el ámbito educacional. ¡Cuántos han accedido a los claustros vía oposiciones pasadas por agua (sólo por méritos) o por amiguismo en el ámbito universitario!Imagen

 

Jesús Masana Monistirol

 

 (El Corrreo de Zamora, martes, 4 de Febrero de 1992)

 

   Este invierno es de los que marcan época por lo frío y porque

nos ha pillado en plena campaña de recopilación de papeles por

mor de los traslados y el acceso a cátedra, vía méritos

personales, cursillos y antigüedad  en el cuerpo o en el último

destino.

  Eso de valorar los pelajes académicos es muy delicado, porque

hay profesores que han realizado cursillos en el año «catapum»,

en  que no se contabilizaban las horas, pero ahora resulta que hay que

especificar las horas de todo curso o cursillo y los organismos

que en su día los convocaron se las ven y se las desean para

calcular, redondear y emitir o no su cuantificación certificada,

no siendo ésta siempre justa si se tienen en cuentan los

comentarios que por ahí circulan. La justicia es realmente ciega

y no es capaz de percibir y calibrar no ya estas cualidades sino

otras de toda índole que el sufrido profesor atesora, no tan sólo

en un cursillo, sino en cada minuto del día y más si éste se

presenta frío, gélido, en el aula, en los pasillos,  en la sala

de profesores, en el instituto todo.

   Hoy es uno de esos días excepcionales -hay que decirlo- en

los que la calefacción ha dejado de funcionar. Es un día a tener

en cuenta para una imaginaria hoja de méritos especiales que

debería sumarse a las otras de los cursillos oficiales; bueno, y

los días en que los radiadores emanan un insoportable calor,

esos,  deberían también tenerse en cuenta, aunque, personalmente,

los valoraría a la mitad comparados con el día que frío.  

 El caso es que en el posible certificado por este día de sufrimiento

antártico sólo podrían ser contabilizadas, en la mayoría de los

casos, tres horas, las que el personal discente aguantó en las

aulas… Luego, se esfumó en su mayoría; los profesores, sin

alumnos, se quedaron desconcertados, sin aliciente ni motivación

y desfilaron, siguiendo sus apresurados y ruidosos pasos hacia la

más gélida calle.

  ¿Por qué no se prolongó el horario lectivo más allá de esas

tres horas? Sencillamente,  Dirección, pasando por encima de sus

propios intereses, despreciando la posibilidad de almacenar todas

la horas de ese lunes de frialdad para un merecido reconocimiento

oficial, optó por convocar maternalmente a los delegados y

hacerles ver lo frío del ambiente y la posibilidad que teñían de

tomar una «decisión responsable» por si sus juveniles cuerpos y

los de sus compañeros, a los que representaban, no fueran capaces

de aguantar la inclemencia del tiempo hasta las diez menos cuarto

de la noche.

  En la cuarta hora lectiva, con el instituto casi vacío, el

aula número cinco  vio aparecer siete alumnos y  al profesor,

también; uno de aquellos  estuvo trabajando con los brazos

arremangados -los hay atrevidos-.

 Ni el calor ni el frío ni nada que se interponga a un mínimo

esfuerzo y autocontrol que potencie las esferas operativas,

educacionalmente hablando, pueden por sí solos, de momento,

mover a nuestros alumnos ni a otras personas que ya no lo son,

para hacer que la enseñanza funcione normalmente, ni que el

recinto didáctico se llene con profesores y alumnos aplicados a

una educación para la vida, que pide un poco más de esfuerzo a

cuatro bandas -alumnos, profesores, sociedad y gobierno- de

ese tablero de juego que se llama aula y que casi se calienta

(físicamente) con el calor animal…

  Oficialmente, lo que cuenta son los méritos fácilmente

computables, es decir, las  horas de cursos y cursillos, porque ni el frío, ni el calor, ni el esforzado trabajo diario -siempre extraordinario-, ni los ejemplos y sabios consejos, son mensurables en estos menesteres

burocráticamente necesarios a la hora de cambiar de instituto,

para acceder a un cuerpo superior en la enseñanza, para potenciar

las facultades de nuestros alumnos y para mejorar su  demacrada y

helada faz.

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